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Días perdidos [I walk alone]
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Días perdidos [I walk alone]
Un año atrás. Tierras nórdicas.
A kilómetros podía vislumbrarse un punto en llamas. Totalmente estático, como una antorcha que guiara a un viajero por aquel paisaje blanco y frío. Montañas cubiertas de nieve que habían tardado ya en empezar a derretirse. Pero aquello no era un objeto inanimado. Era una bestia de gran tamaño, sobrenatural, muy parecido a un león a ojos humanos. Con una hermosa y larga melena ondeando en llamas que se avivaban con el respirar gélido del lugar. Su mirada, incendiaria también, aún rezumaba sed de venganza, hambre de aquellos seres demoníacos a quienes había perseguido sin cansancio hasta acabarlos uno a uno. Esos seres que, eones atrás, lo habían engañado, torturado y desquiciado... Lo habían relegado a su existencia actual. A algo inmaterial que tenía que valerse del cuerpo de otro para resurgir.
¡Un parásito!
La sola idea hacía renacer el odio que sentía y animaba a regresar sus pasos hasta aquella ciudad en donde sabía que encontraría muchos más. Oh, esa raza nunca se extinguiría... Y su ira tampoco.
Ya estaba a punto de poner en marcha su plan, cuando escuchó aquella voz en su interior. Tan conocida para él. Hacía mucho tiempo que había dejado de escuchar a Baltazar, el vampiro que le había 'proporcionado' su cuerpo inmortal para llevar a cabo su cacería. Y ahora volvía a escucharlo. Pero ya no eran palabras de maldición y furia lo que escuchaba, eran rugidos, muy feroces, como si hubiera perdido por fin la razón y estuviera luchando cual bestia, por desgarrarlo y abrirse paso a través de aquel cuerpo en el que había mutado al cambiar de naturaleza. Y bueno, razones no le faltaban. Estaba atrapado. Él, Azor, conocía muy bien esa sensación de impotencia, de ser tan solo un espectador de su alter ego por tanto tiempo. Él había actuado de la misma manera años atrás, cuando resurgió y lo relegó a él a las sombras.
Y entonces ocurrió algo que lo paralizó. Las llamas que lo envolvían fueron menguando lentamente. Y de todo su ser fue manando humo. Sentía como el fuego de su espíritu se iba consumiendo, debilitándolo. ¡No! ¿Cómo era posible? El vampiro no debería tener ya el poder para volver. Algo había en aquel lugar, podía sentir un poder muy antiguo que había interferido y despertado a Baltazar. ¡Maldito sea!
Rugió negándose aún a lo inevitable, observando como su cuerpo empezaba a disolverse en humo y cenizas. Volvía a cambiar.Volvía a las sombras...
A kilómetros podía vislumbrarse un punto en llamas. Totalmente estático, como una antorcha que guiara a un viajero por aquel paisaje blanco y frío. Montañas cubiertas de nieve que habían tardado ya en empezar a derretirse. Pero aquello no era un objeto inanimado. Era una bestia de gran tamaño, sobrenatural, muy parecido a un león a ojos humanos. Con una hermosa y larga melena ondeando en llamas que se avivaban con el respirar gélido del lugar. Su mirada, incendiaria también, aún rezumaba sed de venganza, hambre de aquellos seres demoníacos a quienes había perseguido sin cansancio hasta acabarlos uno a uno. Esos seres que, eones atrás, lo habían engañado, torturado y desquiciado... Lo habían relegado a su existencia actual. A algo inmaterial que tenía que valerse del cuerpo de otro para resurgir.
¡Un parásito!
La sola idea hacía renacer el odio que sentía y animaba a regresar sus pasos hasta aquella ciudad en donde sabía que encontraría muchos más. Oh, esa raza nunca se extinguiría... Y su ira tampoco.
Ya estaba a punto de poner en marcha su plan, cuando escuchó aquella voz en su interior. Tan conocida para él. Hacía mucho tiempo que había dejado de escuchar a Baltazar, el vampiro que le había 'proporcionado' su cuerpo inmortal para llevar a cabo su cacería. Y ahora volvía a escucharlo. Pero ya no eran palabras de maldición y furia lo que escuchaba, eran rugidos, muy feroces, como si hubiera perdido por fin la razón y estuviera luchando cual bestia, por desgarrarlo y abrirse paso a través de aquel cuerpo en el que había mutado al cambiar de naturaleza. Y bueno, razones no le faltaban. Estaba atrapado. Él, Azor, conocía muy bien esa sensación de impotencia, de ser tan solo un espectador de su alter ego por tanto tiempo. Él había actuado de la misma manera años atrás, cuando resurgió y lo relegó a él a las sombras.
Y entonces ocurrió algo que lo paralizó. Las llamas que lo envolvían fueron menguando lentamente. Y de todo su ser fue manando humo. Sentía como el fuego de su espíritu se iba consumiendo, debilitándolo. ¡No! ¿Cómo era posible? El vampiro no debería tener ya el poder para volver. Algo había en aquel lugar, podía sentir un poder muy antiguo que había interferido y despertado a Baltazar. ¡Maldito sea!
Rugió negándose aún a lo inevitable, observando como su cuerpo empezaba a disolverse en humo y cenizas. Volvía a cambiar.Volvía a las sombras...
Última edición por Baltazar el Lun Sep 18, 2017 10:09 am, editado 1 vez
Baltazar- Situación Sentimental : Sus marcas quedarán
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Re: Días perdidos [I walk alone]
Y allí, tendido en un charco de cenizas y nieve derretida apareció el cuerpo maltrecho del nómada. Sus ropas desgarradas apenas lograban ocultar su cuerpo. Mostraba una piel translúcida y resquebrajada, fruto de años de inanición. El temblor que se apoderó de su cuerpo era lo único que delataba que estaba con vida.
Había vuelto. Solo los cielos sabían cómo lo había logrado. Después de tantos años de perderse dentro de aquel ser se había resignado a no volver. Pero allí estaba. Recordaba todo lo que había ocurrido. Sus pensamientos, ahora también eran los de él. Aún podía escucharlo, maldiciéndole. Gruñó para acallarlo pero entonces su garganta le respondió con un fuego terrible. Tenía sed. Intentó abrir los ojos pero el brillo del día hizo que los apretara aún más. ¿Cuánto duraría aquello? ¿Cuándo regresaría su fuerza? No tenía una sola pizca de sangre en su organismo, su regeneración sería nula por ahora.
Se concentró en su respiración, intentando apaciguarla. Esperó a que sus sentidos volvieran a trabajar y enviaran información a su mente, a ver si así lograba acallar a Azor. Maldita bestia, ahora conocía su nombre.
Y así se mantuvo durante horas, esperando a que el día cayera. Reuniendo fuerzas de la nada para poder levantarse y buscar alguna fuente de alimento.
Había vuelto. Solo los cielos sabían cómo lo había logrado. Después de tantos años de perderse dentro de aquel ser se había resignado a no volver. Pero allí estaba. Recordaba todo lo que había ocurrido. Sus pensamientos, ahora también eran los de él. Aún podía escucharlo, maldiciéndole. Gruñó para acallarlo pero entonces su garganta le respondió con un fuego terrible. Tenía sed. Intentó abrir los ojos pero el brillo del día hizo que los apretara aún más. ¿Cuánto duraría aquello? ¿Cuándo regresaría su fuerza? No tenía una sola pizca de sangre en su organismo, su regeneración sería nula por ahora.
Se concentró en su respiración, intentando apaciguarla. Esperó a que sus sentidos volvieran a trabajar y enviaran información a su mente, a ver si así lograba acallar a Azor. Maldita bestia, ahora conocía su nombre.
Y así se mantuvo durante horas, esperando a que el día cayera. Reuniendo fuerzas de la nada para poder levantarse y buscar alguna fuente de alimento.
Baltazar- Situación Sentimental : Sus marcas quedarán
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Re: Días perdidos [I walk alone]
Los minutos se extendieron terriblemente en aquel paraje inhabitable. Por momentos Baltazar daba gracias de encontrarse lejos de la civilización, no sentía la fuerza de voluntad que lo caracterizaba y que le permitía escoger a su presa. Se había jurado no derramar sangre humana inocente, pero ahora, después de vivir enclaustrado en Azor, había llegado a la determinación de que hasta ese voto le parecía insuficiente. ¿Quién era él para juzgar quien merecía o no ser víctima de sus colmillos? Creía que la sangre humana le permitía ser más fuerte y le proporcionaba mayor resistencia ante los ataques de aquel ser, pero después de lo ocurrido no había nada que sustentara su teoría.
Ni un humano más. Por favor, que no sea uno el primero en cruzarse en mi camino. No resistiré. Imploró suplicante, deseando que el destino por una vez le concediera su deseo. Se retorció en su lugar ante un nuevo ataque de sed. El ardor en su garganta se había extendido por todo su cuerpo. Las llamas le abrasaban de tal modo que por instantes Baltazar deseaba la quietud de la muerte. Por dentro ardía, mientras que en el exterior el frío iba recuperando territorio, cubriendo el cuerpo del inmortal con una fina capa de hielo.
Pasaron muchas más horas hasta que por fin el pálido resplandor de aquel día se extinguió y la más absoluta oscuridad lo cubrió. Solo entonces Baltazar se animó a abrir los ojos y poco a poco comenzó a estirarse hasta quedar tendido boca arriba. La noche era su madre, jamás la había sentido tanto como en aquel momento. Era cálida. Lo protegía. Hacia que el dolor que sentía fuera un poco más llevadero. Y le ofrecía alimento... No supo que fue lo que llegó primero: si el sonido de los latidos del corazón o el olor de la vida que se acercaba. Ni siquiera se detuvo a reflexionar de quién o qué se trataba. Su cuerpo se movió sin necesidad de que se lo ordenara hasta aferrarse a su presa. Un hermoso alce adulto con una impresionante cornamenta con la que respondió al ataque del vampiro. Baltazar fue lanzado al aire y cayó a metros del animal. Ambos se miraron durante un instante, reconociéndose. La sed bramó en su interior y el vampiro se lanzó de forma más premeditada. El abrazo fue perfecto.
Los litros y litros de sangre fueron consumidos rápidamente por su organismo, regenerándolo y devolviéndole el esplendor propio de su raza. Su cabeza volvía trabajar también: ¿En dónde se encontraba? ¿Cuánto tiempo había transcurrido desde que fuera poseído por aquel león infernal? ¿Qué había sido de su vida? De las personas que había dejado en Ciudad Oscura y que contaban con él... Quería regresar, ¿pero acaso eso le devolvería su vida? Si no tenía control sobre aquella bestia nada le aseguraba que la historia no volvería a repetirse... Y aquel lugar, había sentido un gran poder, tan claramente... un poder que logró sacarlo de las sombras. Debía descubrir que secretos guardaba ese territorio.
Ni un humano más. Por favor, que no sea uno el primero en cruzarse en mi camino. No resistiré. Imploró suplicante, deseando que el destino por una vez le concediera su deseo. Se retorció en su lugar ante un nuevo ataque de sed. El ardor en su garganta se había extendido por todo su cuerpo. Las llamas le abrasaban de tal modo que por instantes Baltazar deseaba la quietud de la muerte. Por dentro ardía, mientras que en el exterior el frío iba recuperando territorio, cubriendo el cuerpo del inmortal con una fina capa de hielo.
Pasaron muchas más horas hasta que por fin el pálido resplandor de aquel día se extinguió y la más absoluta oscuridad lo cubrió. Solo entonces Baltazar se animó a abrir los ojos y poco a poco comenzó a estirarse hasta quedar tendido boca arriba. La noche era su madre, jamás la había sentido tanto como en aquel momento. Era cálida. Lo protegía. Hacia que el dolor que sentía fuera un poco más llevadero. Y le ofrecía alimento... No supo que fue lo que llegó primero: si el sonido de los latidos del corazón o el olor de la vida que se acercaba. Ni siquiera se detuvo a reflexionar de quién o qué se trataba. Su cuerpo se movió sin necesidad de que se lo ordenara hasta aferrarse a su presa. Un hermoso alce adulto con una impresionante cornamenta con la que respondió al ataque del vampiro. Baltazar fue lanzado al aire y cayó a metros del animal. Ambos se miraron durante un instante, reconociéndose. La sed bramó en su interior y el vampiro se lanzó de forma más premeditada. El abrazo fue perfecto.
Los litros y litros de sangre fueron consumidos rápidamente por su organismo, regenerándolo y devolviéndole el esplendor propio de su raza. Su cabeza volvía trabajar también: ¿En dónde se encontraba? ¿Cuánto tiempo había transcurrido desde que fuera poseído por aquel león infernal? ¿Qué había sido de su vida? De las personas que había dejado en Ciudad Oscura y que contaban con él... Quería regresar, ¿pero acaso eso le devolvería su vida? Si no tenía control sobre aquella bestia nada le aseguraba que la historia no volvería a repetirse... Y aquel lugar, había sentido un gran poder, tan claramente... un poder que logró sacarlo de las sombras. Debía descubrir que secretos guardaba ese territorio.
Baltazar- Situación Sentimental : Sus marcas quedarán
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Re: Días perdidos [I walk alone]
A velocidad inhumana recorrió el gélido territorio por algunos horas, hasta llegar a unas costas que no eran desconocidas para él. El corazón se le congeló en el pecho -si es que eso es posible- al reconocer el mar que lo viera nacer: el mar del este o mar báltico, cuyo nombre inspirara el que le diera su madre siglos atrás. Exhaló muy hondo, respirando el memorable aroma, y conmovido, se inclinó a tocar aquellas tierras con reverencia. No estaba en Alemania, su tierra se hallaba al otro extremo del mar, pero casi se sentía en ella. Cuando era humano, las líneas que dividían los territorios no eran tan marcadas como en la actualidad, y así lo sentía ahora. Casi en casa. Era lo más cerca que podía estar de su hogar.
—Austmarr —Susurró, dejando que sus ojos pasearan por el precioso mar congelado. Había jurado no volver a pisar su país, no después de haber derramado esa preciosa sangre inocente cuando aún era un descontrolado neófito. Esa culpa le acompañaría por siempre. Cerró los ojos por un instante, asintiendo al viejo juramento y también al nuevo. No volvería a derramar sangre humana. El descubrir dónde se encontraba apuntaló aún más su determinación.
Varios minutos después sintió la llamada de aquella misteriosa fuerza, palpitándole en el pecho y en las venas. Era algo poderoso, imposible de ignorar. Se puso en pie, grabó el paisaje en su eterna memoria y regresó sus pasos hacia donde se hacía más fuerte el llamado. Volvió a cruzar bosques congelados y abismos que felizmente lo alejaban de las grandes ciudades y volvió a internarse en las montañas, no muy lejos de donde despertara. Y entonces volvió a desaparecer. Era como un interruptor que se encendía y apagaba. Le mostraba el camino, para luego dejarlo a ciegas. Baltazar se preguntó con recelo quién estaría detrás de aquel fenómeno. Sus ojos recorrieron impacientes el frío escenario. Podría quedarse allí horas a esperar a que el poder despertara otra vez sus sentidos, y aunque éstos le indicaban que estaba solo, él se sentía observado. Suspiró, fastidiado.
— Mi atención es toda tuya. —Habló fuerte aunque sin gritar. Fuera quien fuera seguramente le escucharía a la perfección —¿Y bien? ¿Seguirás jugando a esconderte?... Ya he perdido demasiado tiempo.
Lo último fue un susurro, más para sí mismo que para su misterioso interlocutor. A él le había parecido una eternidad estar atrapado en Azor. Había perdido la cuenta de los días y noches transcurridos. Debían haber pasado varios años. La nieve bajo sus pies descalzos resultaba incómoda. Igual que el viento que se metía por entre sus ropas desgarradas. Si bien no sufriría de hipotermia, deseaba un cambio de prendas urgentemente. A punto de poner en marcha esta última idea, volvió a sentir el misterioso poder: ancestral e inhumano. Baltazar no lo pensó dos veces. Usando toda su velocidad fue tras él temiendo que desapareciera nuevamente.
Para cuando desapareció, ya Baltazar había vislumbrado de donde brotaba la poderosa fuerza que lo atraía. Era un anciano. Un humano que caminaba hacia él apoyado en un cayado de madera, ataviado con pieles de animales que lo protegían del inclemente ambiente. El vampiro se quedó quieto, sopesando la situación. Era su primer encuentro con un mortal, pero ese no era uno más. No se dejaría llevar por el aspecto frágil que era evidente por su avanzada edad. No. El anciano caminaba con la dignidad propia de sabios que poseen conocimientos antidiluvianos. Y además, no podía ignorar el sentimiento de furia que despertaba en el monstruo que encerraba dentro de él. Podía sentir de forma casi física como Azor paseaba de un lado a otro, como un león enjaulado, listo para estirar las zarpas al menor descuido.
—Así debía ser. —Sin dejar de acercarse a él, el humano habló en una lengua nórdica, muy parecido al noruego, pero el que se usaba varios siglos atrás. No había vacilación en su andar, ni en su voz—. Debía esperar a que recuperaras tu voluntad y conciencia. Y también que recordaras de donde provienes.
La sorpresa mudó las facciones del vampiro. El viejo se detuvo. Ya se había dado cuenta que estaba siendo vigilado, eso no era sorpresa, pero las últimas palabras... ¿Cómo era posible que supiera eso?
—No es muy educado de tu parte rebuscar en mi mente. —Contestó el vampiro, usando el mismo dialecto. Aunque no lo hubiera hablado desde que era un mortal sediento de aventura, su hablar fue perfecto.
—No necesité leer tu mente. Al igual que yo, tú hueles a estas tierras. Llevas este territorio en las venas...
—Bueno... Creo que eso se lo debemos al alce —Mencionó en tono mortalmente serio. El anciano rió de tal forma que a Baltazar el sonido se le antojó cálido, y contagioso. No pudo reprimir una sonrisa. Y mientras escuchaba el eco de aquella risa en las montañas, Baltazar fue quien avanzó esta vez, acercándose a él, hasta una distancia prudente. El anciano chasqueó con la lengua sin dejar de observarlo como si supiera todo de él.
—Niégalo si quieres. Trata de engañar a este pobre viejo. Yo sé quién eres, Baltazar. He visto tu agonía mientras esa bestia infeliz te dominaba. Nuestros dioses se han apiadado de ti. Y de mi pueblo también. Ellos han respondido por fin... Te necesitamos. Y tú, a nosotros. Ven conmigo. Vamos a que te cubras y refugies. Amanecerá pronto.
—Austmarr —Susurró, dejando que sus ojos pasearan por el precioso mar congelado. Había jurado no volver a pisar su país, no después de haber derramado esa preciosa sangre inocente cuando aún era un descontrolado neófito. Esa culpa le acompañaría por siempre. Cerró los ojos por un instante, asintiendo al viejo juramento y también al nuevo. No volvería a derramar sangre humana. El descubrir dónde se encontraba apuntaló aún más su determinación.
Varios minutos después sintió la llamada de aquella misteriosa fuerza, palpitándole en el pecho y en las venas. Era algo poderoso, imposible de ignorar. Se puso en pie, grabó el paisaje en su eterna memoria y regresó sus pasos hacia donde se hacía más fuerte el llamado. Volvió a cruzar bosques congelados y abismos que felizmente lo alejaban de las grandes ciudades y volvió a internarse en las montañas, no muy lejos de donde despertara. Y entonces volvió a desaparecer. Era como un interruptor que se encendía y apagaba. Le mostraba el camino, para luego dejarlo a ciegas. Baltazar se preguntó con recelo quién estaría detrás de aquel fenómeno. Sus ojos recorrieron impacientes el frío escenario. Podría quedarse allí horas a esperar a que el poder despertara otra vez sus sentidos, y aunque éstos le indicaban que estaba solo, él se sentía observado. Suspiró, fastidiado.
— Mi atención es toda tuya. —Habló fuerte aunque sin gritar. Fuera quien fuera seguramente le escucharía a la perfección —¿Y bien? ¿Seguirás jugando a esconderte?... Ya he perdido demasiado tiempo.
Lo último fue un susurro, más para sí mismo que para su misterioso interlocutor. A él le había parecido una eternidad estar atrapado en Azor. Había perdido la cuenta de los días y noches transcurridos. Debían haber pasado varios años. La nieve bajo sus pies descalzos resultaba incómoda. Igual que el viento que se metía por entre sus ropas desgarradas. Si bien no sufriría de hipotermia, deseaba un cambio de prendas urgentemente. A punto de poner en marcha esta última idea, volvió a sentir el misterioso poder: ancestral e inhumano. Baltazar no lo pensó dos veces. Usando toda su velocidad fue tras él temiendo que desapareciera nuevamente.
Para cuando desapareció, ya Baltazar había vislumbrado de donde brotaba la poderosa fuerza que lo atraía. Era un anciano. Un humano que caminaba hacia él apoyado en un cayado de madera, ataviado con pieles de animales que lo protegían del inclemente ambiente. El vampiro se quedó quieto, sopesando la situación. Era su primer encuentro con un mortal, pero ese no era uno más. No se dejaría llevar por el aspecto frágil que era evidente por su avanzada edad. No. El anciano caminaba con la dignidad propia de sabios que poseen conocimientos antidiluvianos. Y además, no podía ignorar el sentimiento de furia que despertaba en el monstruo que encerraba dentro de él. Podía sentir de forma casi física como Azor paseaba de un lado a otro, como un león enjaulado, listo para estirar las zarpas al menor descuido.
—Así debía ser. —Sin dejar de acercarse a él, el humano habló en una lengua nórdica, muy parecido al noruego, pero el que se usaba varios siglos atrás. No había vacilación en su andar, ni en su voz—. Debía esperar a que recuperaras tu voluntad y conciencia. Y también que recordaras de donde provienes.
La sorpresa mudó las facciones del vampiro. El viejo se detuvo. Ya se había dado cuenta que estaba siendo vigilado, eso no era sorpresa, pero las últimas palabras... ¿Cómo era posible que supiera eso?
—No es muy educado de tu parte rebuscar en mi mente. —Contestó el vampiro, usando el mismo dialecto. Aunque no lo hubiera hablado desde que era un mortal sediento de aventura, su hablar fue perfecto.
—No necesité leer tu mente. Al igual que yo, tú hueles a estas tierras. Llevas este territorio en las venas...
—Bueno... Creo que eso se lo debemos al alce —Mencionó en tono mortalmente serio. El anciano rió de tal forma que a Baltazar el sonido se le antojó cálido, y contagioso. No pudo reprimir una sonrisa. Y mientras escuchaba el eco de aquella risa en las montañas, Baltazar fue quien avanzó esta vez, acercándose a él, hasta una distancia prudente. El anciano chasqueó con la lengua sin dejar de observarlo como si supiera todo de él.
—Niégalo si quieres. Trata de engañar a este pobre viejo. Yo sé quién eres, Baltazar. He visto tu agonía mientras esa bestia infeliz te dominaba. Nuestros dioses se han apiadado de ti. Y de mi pueblo también. Ellos han respondido por fin... Te necesitamos. Y tú, a nosotros. Ven conmigo. Vamos a que te cubras y refugies. Amanecerá pronto.
Baltazar- Situación Sentimental : Sus marcas quedarán
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Re: Días perdidos [I walk alone]
En su vida mortal, Baltazar Leibniz pasó más tiempo viajando por el mar que en tierra firme. Sus recuerdos más antiguos eran de su niñez. Ya desde temprana edad acompañaba a su padre, un alemán que recorría las aguas del Mar del Este en su barco mercante, comercializando especias y variedad de mercancías en los puertos de los países que bordeaban el mar. Fue así como se formó en Baltazar ese espíritu nómada que lo arrastraría en su juventud a desear conocer las tierras del nuevo continente.
Baltazar recordaba muy bien a su padre. Pero los recuerdos de su madre eran vagos. No se le podía culpar por eso, pues ella murió cuando él tenía menos de seis años. Aún así, estaba enterado de la historia de sus progenitores. Él la conoció en una ciudad portuaria noruega y quedó encantado con su belleza. No tardaron mucho en unirse, estableciendo su residencia en el pueblo de la joven.
Fue allí donde nació Baltazar y donde pasó los primeros años de su vida, hasta que una enfermedad desconocida le arrebató lentamente la vida a su madre, apartándola de él. Después de esa pérdida, padre e hijo se trasladaron a Alemania. Y a partir de ese momento Baltazar se sumó a la tripulación del navío mercante. El mar lo adoptó y se encargó de formarlo. El sol doró su piel. El trabajo duro fortaleció su cuerpo y alma.
Y los recuerdos de sus raíces maternas quedaron enterradas muy dentro de su memoria, como semillas esperando el tiempo idóneo para germinar.
En todo eso pensó Baltazar mientras caminaba en silencio, junto al anciano. Él tenía razón. Por un corto instante de vida mortal, Baltazar había pertenecido a ese territorio. Pero no sabía qué importancia tenía eso ahora. Era un vampiro, y no pertenecía a ningún lugar.
Descendieron el gélido terreno hasta llegar a los lindes de un bosque. El anciano se detuvo, alzó ambos brazos y recitó palabras antiguas. Mucho más antiguas que el idioma en que había hablado antes. Un extraño viento remeció los árboles haciéndolos vibrar por unos segundos.
—Hechicero... —masculló. Había supuesto que no era un humano común y corriente. Ahora tenía la certeza.
—Puedes llamarme así si lo deseas. O puedes llamarme por mi nombre. Olen. Me considero solo el protector de lo que queda de mi pueblo.
Dicho esto retomó su camino a través de una senda entre los árboles. El hijo de la noche se quedó quieto, sus sentidos a la expectativa de algo extraño, algo que le hiciera desistir de su decisión de averiguar lo que el anciano tenía que mostrar. Como si fuera posible que algo pudiera hacerlo cambiar de idea. Lo cierto es que Azor lo había arrastrado hasta un punto que lo haría actuar con desesperación, si era necesario, lo que fuera con tal de librarse de él.
Continuó su andar a través del camino cubierto de pasto y nieve. Anduvo detrás de él por varios minutos, hasta que la parsimonia del hechicero casi lo obligó a ponerse a su lado.
—Proteges a tu pueblo... ¿de quién? —Bien, si iba a ser arrastrado a los diablos sabían dónde, al menos empezaría a recibir respuestas.
—De quien sea. Vampiro, demonio, cualquier criatura con intenciones malignas. Incluso de la bestia que eras antes. El hechizo antes de entrar al bosque, lo hice precisamente cuando él apareció por aquí, hace un par de meses... Para que no encontrara el camino que te estoy mostrando ahora.
—¿Y me llevaras hasta tu hogar? ¿Precisamente a mí? —sonrió con cierta ironía—. Eso no parece muy inteligente de tu parte.
—No eres el único que toma decisiones desesperadas —el viejo le devolvió la sonrisa de soslayo—. Pero estoy seguro que tú, Baltazar, eres la menor de nuestras amenazas. Esa bestia de fuego incluso ha sido útil para espantar las hordas de los malignos que nos acechaban.
— ¿Demonios? —Olen movio la cabeza asintiendo—. ¿Y qué querrían aquí?
—Nuestro legado.
Llegaron al otro extremo del bosque. Hacia la izquierda se alzaba una cadena de escarpadas montañas cubiertas de bosques que empezaban a reverdecer gracias a la nieve derretida. Hacia la derecha un vibrante río que se hacía camino, serpenteante, hasta donde alcanzaban sus ojos inmortales. Y en el centro, el pueblo de Olen. Habían más casas ubicadas al otro lado del río, pero la mayor cantidad estaba a las faldas de la montaña.
Un par de centinelas aguardaban entre la niebla que extendía sus tentáculos desde la zona boscosa. Sus cuerpos se tensaron al notar la presencia del vampiro. El anciano se dirigió hacia ellos primero, les habló por unos minutos y luego retomó su camino junto al Verita
En mens de una hora amanecería y para Baltazar era un riesgo permanecer junto a mortales desconocidos, quedar a merced de ellos durante las horas diurnas.
Podía cambiar de idea, y sin embargo continuó su camino junto al anciano a través del rústico pueblo, sintiendo las miradas de recelo a través de las puertas y ventanas cerradas de las casas.
La residencia de Olen se hallaba un poco más apartada del resto, y aunque era un poco más grande que el promedio seguía siendo modesta. Al adentrarse en ella no percibió nada siniestro ni fuera de lo común. Parecía una casa como cualquier otra, iluminada por el fuego de varias lámparas, con el mobiliario básico y decoración suficiente para hacerlo un lugar acogedor.
Luego de asearse y vestirse con ropas y calzado que Olen le entregó, Baltazar se sentó frente al viejo hechicero, que le aguardaba sentado frente a una mesa. Un par de libros, una lámpara y una taza con una infusión caliente era lo único que había sobre ella.
—Te escucho
—¿Qué es lo que quieres saber primero?
Gran interrogante. Baltazar sonrió. Llegado el momento, eran demasiadas las preguntas que se agolpaban en la mente del vampiro.
—¿Por qué viven aislados del resto? ¿Quiénes son?
—No siempre vivimos así. Mi padre conoció una época en la que nuestro mayor enemigo era nuestro propio semejante. Ya son casi catorce décadas en que los seres inmortales salieron de las sombras. Ese es el tiempo que estamos aquí.
—La Revelación...
—Sí. Muchos lo llaman así. Apocalipsis, el día del juicio. Nosotros lo llamamos Ragnarok.
El vampiro asintió levemente. Si algo bueno tenía ser inmortal para Baltazar, era que podía invertir mucho más tiempo en adquirir conocimientos. Y la cultura de los pueblos antiguos y contemporáneos era algo que ciertamente lo apasionaba. Y hablar de la cultura y mitología nórdica, más que apasionarlo, encendía una llama en su ser... sin importar que todo aquello no fuera más que una leyenda, cuentos que su padre le contaba en sus innumerables viajes.
Tampoco le sorprendió mucho saber que ahora se encontraba ante un pueblo pagano. Después de la Revelación, muchos mortales, creyentes o no creyentes abrazaron doctrinas poco ortodoxas. Lo que fuera con tal de asegurar el boleto de la salvación.
—Siguiendo tu creencia, debo suponer entonces que los dioses que mencionaste ya están muertos.
El anciano sonrió con tristeza. Baltazar pudo observar que su sentimiento de pérdida era auténtico, cosa que de veras le sorprendió.
—Es cierto. Pero aún puedo sentir el eco de ellos en el espíritu del árbol sagrado. De allí proviene el poder que te trajo de vuelta, Baltazar —le señaló con el dedo, como si eso debería significar la prueba irrefutable de sus palabras—. De allí proviene el poder que me ayuda a proteger a mi pueblo, Flam. El espíritu es el que me habla, el que me fortalece, el que me instruye con visiones. Y es ese espíritu el que nos ha elegido para ser los guardianes de lo que queda de ellos.
—Vuestro legado...
—Sí. Un regalo precioso, una herramienta que podría ser la diferencia en esta lucha contra el caos... —El anciano sonó ansioso, casi desalentado. Baltazar entendió que ese misterioso legado no había cumplido con sus expectativas.
—¿Y cuál es el 'pero'? —Pese a su incredulidad, el anciano había logrado captar la curiosa atención del nómada. ¿Sería posible que existiera tal cosa?
El anciano lo observó fijamente por algunos segundos, sopesando la idea de seguir su relato. Con un ligero movimiento negó con la cabeza antes de volver a hablar:
—Lo sabrás más tarde, tal vez... Ya te he dicho suficiente de nosotros —hizo una pausa y bebió de su taza—. Ahora es tu turno. He tenido visiones sobre ti y sobre la criatura que albergas, pero necesito entender más... Cuéntame tu historia y podré ayudarte.
Baltazar- Situación Sentimental : Sus marcas quedarán
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Re: Días perdidos [I walk alone]
AZOR
Baltazar guardó silencio por unos minutos, con los ojos oscuros centelleantes y fijos en algún punto muerto. El anciano no dijo nada y solo aguardó, consciente de la lucha interna que mantenía el guerrero por decidir si debía confiarle la parte más oscura de su historia.
Muy pocas eran las personas que conocían esa historia y casi todas pertenecían a su Hermandad, por ende, eran de su absoluta confianza; por ello el momento de vacilación que tuvo frente al escandinavo, aún consciente de que tarde o temprano terminaría soltando prenda.
Finalmente se decidió a hablar. Se puso en pie, dando algunos pasos sin dirección y empezó a contarle al viejo cómo, luego de casi un siglo después de su transformación -de eso ya más de seis siglos-, en su viaje por el mundo, su sed por el conocimiento lo llevó hasta un pueblo maldito en Inglaterra, donde una poderosa hechicera pactada con demonios le pidió que le regalara la inmortalidad, y cómo, cuando el vampiro la rechazó, ésta se vengó, lanzando sobre él la poderosa maldición que hasta ahora arrastraba.
También le contó lo que ocurría cuando Azor emergía y tomaba el control, la furia que sentía rezumar de la bestia, y como ésta destruía todo lo que había a su paso, en particular a los seres malignos, y sobre el odio especial que sentía hacia los demonios. Habló también de sus intentos fallidos por mantenerlo a raya, de cómo despertaba en los momentos en que el vampiro se sentía más vulnerable, de cómo incluso aparecía cuando él estaba en peligro de muerte o con una furia incontrolable. Y cuando el anciano preguntó si había buscado ayuda para lograr liberar al espíritu de su cuerpo, Baltazar respondió que no, que nunca volvió a confiar en un hechicero para ponerse en sus manos,... hasta ahora.
—Bien... —Soltó el anciano segundos después de que el Verita terminara su largo relato, sonriendo afablemente. Baltazar pudo percibir el significado del gesto, el agradecimiento del anciano por la confianza del vampiro.
—Bien... —repitió el vampiro, sintiéndose extrañamente más tranquilo—. ¿Qué piensas de todo esto? ¿Hay alguna esperanza de escapar a este destino? ¿Podrás ayudarme?
—Eso lo averiguaremos pronto —respondió Olen y reflexionó un poco antes de agregar—. Puedo concluir algunas cosas, Baltazar. Has pasado la mayor parte de tu existencia unido a este ente. Casi me sorprende el hecho de que sean dos seres distintos, y que no se hayan absorbido mutuamente...
—Eso es... ¿posible? —Un ápice de horror se dejó ver en su expresión al escuchar eso. Luego sacudió la cabeza e hizo un gesto de disculpa por la intervención, deseando que continuara.
—Es posible. Pero creo que el rechazo que sientes hacia él lo ha impedido, y al parecer, por lo que he escuchado de tu relato, la animadversión es recíproca. Ustedes dos han luchado para mantener sus espíritus independientes del otro, y creo que esa es la raíz del problema. Eso, y que en tanto tiempo, tú no hayas tomado la decisión de siquiera conocerlo, no diré ya aceptarlo...
—¿Conocerlo? ¡¿Aceptarlo?! ¿No basta con saber que es un demonio sediento de muerte? ¿Crees que alegremente aceptaré eso? —soltó una carcajada hueca.
—¿Cómo puedes estar seguro que es un demonio? Por lo que me has dicho, disfruta cazándolos precisamente a ellos. Yo mismo he sido testigo de eso.
Baltazar se quedó sin palabras. Un profundo silencio se hizo en la estancia, mientras pensaba cómo replicar esa acusación. Tal vez lo hacía por vengarse de ellos, tal vez ellos fueron los que le dejaron en ese estado. Podría habérselo dicho al viejo, pero eso al fin de cuentas era una teoría más. El hechicero tenía razón: Baltazar no conocía a esa criatura. En su rechazo, nunca se le pasó por la cabeza esa opción. En más de cinco siglos, solo le preocupó reprimir su poder, mantenerlo muy en el fondo de su ser, maldiciéndole por tener que lidiar con él, como si la inmortalidad no hubiera sido suficiente maldición...
Si lo veía de esa forma, se le hacía muy entendible el odio de la criatura hacia él. El vampiro suspiró ostensiblemente antes de volver a hablar:
—Reconozco que tienes razón. En todo este tiempo he debido hacer algo más que lamentarme y maldecirlo. Me acostumbré a cargar con este peso en secreto y lo guardé celosamente, porque eso es lo que hace un vampiro, o al menos lo que hacíamos antes de la Revelación —volvió a sentarse en la silla—. No podía confiar en nadie, incluso lo oculté mucho tiempo a los más cercanos a mí, no tanto por desconfianza... Creí que eso los protegería de alguna forma. Pero fue mejor que supieran la verdad, así tengo la seguridad de que saben porqué desaparecí todo este tiempo, y no que renegué de mi juramento —suspiró otra vez, pensando en sus compañeros de armas, verdaderos amigos—. Pero no puedo regresar si no encuentro una solución. No sirvo de nada siendo una bomba de tiempo... Necesito tu ayuda, sea cual sea, si hay alguna posibilidad de poder ser libre de él, la tomaré.
—De acuerdo. Esperaremos al ocaso. Deja que este viejo descanse sus huesos por algunas horas, y pediré a nuestros dioses nos den el poder y la sabiduría para este propósito. Descansa tú también. Relaja tu mente y prepara tu corazón para conocer al verdadero Azor.
Sintiendo un escalofrío recorrer su columna vertebral, Baltazar asintió lentamente.
Muy pocas eran las personas que conocían esa historia y casi todas pertenecían a su Hermandad, por ende, eran de su absoluta confianza; por ello el momento de vacilación que tuvo frente al escandinavo, aún consciente de que tarde o temprano terminaría soltando prenda.
Finalmente se decidió a hablar. Se puso en pie, dando algunos pasos sin dirección y empezó a contarle al viejo cómo, luego de casi un siglo después de su transformación -de eso ya más de seis siglos-, en su viaje por el mundo, su sed por el conocimiento lo llevó hasta un pueblo maldito en Inglaterra, donde una poderosa hechicera pactada con demonios le pidió que le regalara la inmortalidad, y cómo, cuando el vampiro la rechazó, ésta se vengó, lanzando sobre él la poderosa maldición que hasta ahora arrastraba.
También le contó lo que ocurría cuando Azor emergía y tomaba el control, la furia que sentía rezumar de la bestia, y como ésta destruía todo lo que había a su paso, en particular a los seres malignos, y sobre el odio especial que sentía hacia los demonios. Habló también de sus intentos fallidos por mantenerlo a raya, de cómo despertaba en los momentos en que el vampiro se sentía más vulnerable, de cómo incluso aparecía cuando él estaba en peligro de muerte o con una furia incontrolable. Y cuando el anciano preguntó si había buscado ayuda para lograr liberar al espíritu de su cuerpo, Baltazar respondió que no, que nunca volvió a confiar en un hechicero para ponerse en sus manos,... hasta ahora.
—Bien... —Soltó el anciano segundos después de que el Verita terminara su largo relato, sonriendo afablemente. Baltazar pudo percibir el significado del gesto, el agradecimiento del anciano por la confianza del vampiro.
—Bien... —repitió el vampiro, sintiéndose extrañamente más tranquilo—. ¿Qué piensas de todo esto? ¿Hay alguna esperanza de escapar a este destino? ¿Podrás ayudarme?
—Eso lo averiguaremos pronto —respondió Olen y reflexionó un poco antes de agregar—. Puedo concluir algunas cosas, Baltazar. Has pasado la mayor parte de tu existencia unido a este ente. Casi me sorprende el hecho de que sean dos seres distintos, y que no se hayan absorbido mutuamente...
—Eso es... ¿posible? —Un ápice de horror se dejó ver en su expresión al escuchar eso. Luego sacudió la cabeza e hizo un gesto de disculpa por la intervención, deseando que continuara.
—Es posible. Pero creo que el rechazo que sientes hacia él lo ha impedido, y al parecer, por lo que he escuchado de tu relato, la animadversión es recíproca. Ustedes dos han luchado para mantener sus espíritus independientes del otro, y creo que esa es la raíz del problema. Eso, y que en tanto tiempo, tú no hayas tomado la decisión de siquiera conocerlo, no diré ya aceptarlo...
—¿Conocerlo? ¡¿Aceptarlo?! ¿No basta con saber que es un demonio sediento de muerte? ¿Crees que alegremente aceptaré eso? —soltó una carcajada hueca.
—¿Cómo puedes estar seguro que es un demonio? Por lo que me has dicho, disfruta cazándolos precisamente a ellos. Yo mismo he sido testigo de eso.
Baltazar se quedó sin palabras. Un profundo silencio se hizo en la estancia, mientras pensaba cómo replicar esa acusación. Tal vez lo hacía por vengarse de ellos, tal vez ellos fueron los que le dejaron en ese estado. Podría habérselo dicho al viejo, pero eso al fin de cuentas era una teoría más. El hechicero tenía razón: Baltazar no conocía a esa criatura. En su rechazo, nunca se le pasó por la cabeza esa opción. En más de cinco siglos, solo le preocupó reprimir su poder, mantenerlo muy en el fondo de su ser, maldiciéndole por tener que lidiar con él, como si la inmortalidad no hubiera sido suficiente maldición...
Si lo veía de esa forma, se le hacía muy entendible el odio de la criatura hacia él. El vampiro suspiró ostensiblemente antes de volver a hablar:
—Reconozco que tienes razón. En todo este tiempo he debido hacer algo más que lamentarme y maldecirlo. Me acostumbré a cargar con este peso en secreto y lo guardé celosamente, porque eso es lo que hace un vampiro, o al menos lo que hacíamos antes de la Revelación —volvió a sentarse en la silla—. No podía confiar en nadie, incluso lo oculté mucho tiempo a los más cercanos a mí, no tanto por desconfianza... Creí que eso los protegería de alguna forma. Pero fue mejor que supieran la verdad, así tengo la seguridad de que saben porqué desaparecí todo este tiempo, y no que renegué de mi juramento —suspiró otra vez, pensando en sus compañeros de armas, verdaderos amigos—. Pero no puedo regresar si no encuentro una solución. No sirvo de nada siendo una bomba de tiempo... Necesito tu ayuda, sea cual sea, si hay alguna posibilidad de poder ser libre de él, la tomaré.
—De acuerdo. Esperaremos al ocaso. Deja que este viejo descanse sus huesos por algunas horas, y pediré a nuestros dioses nos den el poder y la sabiduría para este propósito. Descansa tú también. Relaja tu mente y prepara tu corazón para conocer al verdadero Azor.
Sintiendo un escalofrío recorrer su columna vertebral, Baltazar asintió lentamente.
Baltazar- Situación Sentimental : Sus marcas quedarán
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